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Como era el León de antaño por las tardes



No hubo luz eléctrica en León sino hasta 1897… antes de aquella época, apenas enrojecía el horizonte, salían "los serenos" con su escalera y cajón a encender las setenta farolas de petróleo que alumbraban la plaza principal.

Los sábados, poco antes de oscurecer: "el 25 batallón de la brigada Flores –Nos cuenta don Toribio Esquivel Obregón- que se alojaba en el mesón de la Libertad (hoy Callejuela Padilla) pasaba revista de aseo y eso nos tenía lelos a todos los muchachos por sus curiosas y complicadas maniobras, los coruscantes uniformes de entonces y el brillo de las armas.

La banda tocaba el himno nacional, mientras la bandera avanzaba lentamente hasta ocupar su puesto entre las filas, luego el clarín tocaba silencio y comenzaba la revista
Para nosotros era una gloria aquella revista, y veíamos con dolor que se acababa y volvían los soldados en rigurosa formación a encerrarse en su cuartel, y la banda cesaba de tocar".
Entonces el jardín comenzaba a llenarse de gente del pueblo, los "peladitos", y las campanas de la parroquia llamaban a oración. Todo mundo se descubría la cabeza, algunos se hincaban y otros rezaban.

Los niños corrían a casa, pues era la hora de rezar el Rosario junto a la nana y los criados, antes de ir a la cama.
Entre los jardines y portales del centro comenzaba a armarse un pandemónium de vendedores y compradores. Alrededor del mercado Hidalgo o Parián se le llamaba "El Baratillo", palabra que llegó a ser sinónimo de vocerío y ruido insoportable.




"A la plaza llegaban hombres cargando en su hombro izquierdo altos fardos compuestos de rebozos encimados que sobrepasaban la altura de la cabeza; otros llevaban bandanas y gamuzas; otros jorongos con labores hermosamente hechas y de vivísimos colores; por otra parte llegaban los que vendían frenos, espuelas, bozalillos, sillas de montar (…) cantinas adornadas con piel de jaguar, pantaloneras con botonadura de plata o grandes fardos de zapatos, unido cada par con su bramante y colocados sobre uno y otro brazo hasta formar una masa en que no podía distinguirse la cabeza del portador". –Continúa narrándonos don Toribio.

Frente a Palacio Municipal un panadero colocaba su mesita, sobre ella un hornillo de barro dentro del cual colocaba unos hojaldres que eran la delicia del pueblo. Con su voz de tenor –que se escuchaba hasta la calzada- gritaba: "¡Pasen a cenar, cenar, cenaaaar, pasteles y empanadas calientes!".
En el Portal Aldama buscaban acomodo las señoras que vendían gorditas de cuajada, de manteca, de dulce o de "arena"; los dulceros con sus charamuscas, muéganos y pepitorias; los mamoneros con sus ojos de buey, sus puchas y rodeos de mantequilla y huevo.

El Portal Guerrero, en aquellos años llamado "de Soto", era el lugar de los aguafresqueros, que sobre una mesa con una cama de arena y adornada con cebada y flores de amapola, colocaban sus grandes ollas con aguas de horchata, chía, piña, limón y naranja; iluminadas por unas grandes veladoras protegidas con guardabrisas.

A los primeros "clamores" de las ocho comenzaba a mermar aquella gente, a apagarse la gritería y calmar la excitación. Los "clamores" eran unas campanadas lúgubres y desiguales, que partían de la torre de la parroquia y que estaban destinadas a excitar los sentimientos de los fieles para rezar por las ánimas del purgatorio.

Apenas los artesanos y vendedores guardaban sus mercancías, se retiraban a sus casas, dejando el campo libre a otra concurrencia que ocupaba su puesto: las nueve de la noche era la hora de "la gente decente", de la tertulia de la aristocracia leonesa que se apoderaba del centro y de su aire puro y fresco.

Tomado de: valledesenora.mx

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