Fray Merengue (Leyenda)
Finalizando el siglo XIX, las terregosas calles de León estaban casi siempre vacías a eso de mediodía. Por sus rectas avenidas podían fácilmente seguirse los pasos de una persona desde que aparecía hasta que se perdía a lo lejos o daba vuelta en una esquina.
Así, era fácil dar la media vuelta o cambiarse al otro lado de la calle cuando se veía venir a “Fray Merengue”, uno de los dos locos del pueblo.
Se llamaba José Frías, pero todo mundo le decía Fray Merengue debido a su aspecto flojo, blandujo, descuidado y sucio; además de que sentía una incurable aversión al baño, lo que necesariamente le producía “humores” muy fuertes.
Se contaba que en su juventud había ingresado al Seminario, plantel en el que demostró poseer una alta inteligencia, pero que tuvo que abandonar al perder la razón de un día para otro.
Solitario y hosco, deambulaba por las calles y jardines provocando comentarios de toda especie, pues mientras algunos lo compadecían, otros se burlaban de él sin consideración.
Vivía en el fondo de una casona destartalada por la calle de “El Gato”, ahora Rosas Moreno, de la que salía por las mañanas para dirigirse -a perder el tiempo- a la Plaza Principal, el Parque o la Calzada; indiferente a todo, excepto cuando una dama se atravesaba en su camino, pues entonces perdía la compostura. En alguna ocasión, molesto porque una muchacha se rió de las apasionadas frases que le dirigía, éste le plantó dos sonoras bofetadas que armaron un escándalo en la calle y que lo llevaron finalmente a pasar la noche en una de las mazmorras de la cárcel, y cumplir al día siguiente con el castigo que se acostumbraba en aquellos tiempos, que era barrer el Jardín Principal con largas escobas de varas.
Vestía trajes en deplorables condiciones o fracs de larguísimos faldones que barrían el suelo. De la rodilla al tobillo, enredaba unas tiras de tela de colores que le daban un aspecto verdaderamente cómico. Usaba camisas con puños almidonados y cuello de paloma, que combinaba con corbatas de colores chillones. Como remate, cubría su cabeza con un altísimo sombrero de copa con los bordes carcomidos que los jóvenes maliciosos le tiraban de un golpe y salían corriendo.
Por las tardes se sentaba en alguna banca del Jardín o la Calzada, dejaba a un lado su sombrero y fingía leer un grueso libro de tapas de cuero que nunca nadie pudo saber de qué trataba, pues lo cerraba de golpe en cuanto alguien se acercaba.
Fumador empedernido, pero careciendo de dinero, se fabricaba unos cigarrillos el mismo utilizando pedazos de periódico en los que envolvía las bachichas que recolectaba por la calle y los basureros de las cantinas. Lanzaba espesas bocanadas de humo como si se tratara de algo exquisito, depositaba la ceniza en el hueco de la otra mano y acto seguido se la comía.
Si el azar lo llegaba a poner frente al otro loco del pueblo, un tal Jesús Becerra, apodado “Lili”, Fray Merengue pasaba solemne y digno a su lado, sin volver la cara a pesar de los improperios y escupitajos que le prodigaba su compañero de desgracia.
Todavía en 1915 se le podía ver, muy viejo, recorriendo las calles cuando los soldados de Pancho Villa invadieron la ciudad de León.
Un día desapareció para siempre… cuenta la leyenda que los soldados se lo llevaron rumbo a la Estación del Tren y jugaron tiro al blanco con él.
En la foto vemos el pozo artesiano que había en la Calzada a finales del siglo XIX.
Gracias
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