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El Fantasma del Barrio de Guadalupe



A ver, por aquí esta bien señor, ¿Cuánto le debo? 25 pesos, aquí tiene muchas gracias.
– Aquella noche del 1 de noviembre, día de todos los santos, cuando se recuerda a nuestros difuntos, caía la lluvia a torrentes, la gente abordaba los taxis para evitar mojarse,
Armando taxista: El tráfico esta insoportable, que bueno allá hay alguien que hizo la parada
– Armando se detuvo en segundo anillo, entre colinas de río y el panteón, su pasajera una pequeña niña que no pasaba de los diez años subió al taxi junto con una corriente de aire helado
Armando taxista: ¡Buenas noches!, ¿a donde te llevo?
Niña: quiero ir con mi mama
Armado: ¿pero donde vive? ¿Bienes sola?
– La pequeña no contesto, solo dirigía su extraña y vacía mirada, hacia la nada por la ventanilla de la noche
– El taxista noto que aunque la lluvia caía fuerte, su ropa estaba totalmente seca en sus manos abrazaba con fuerza una pequeña muñeca de trapo, rota y empolvada llena de lodo y sangre.
Armando taxista: Oye niña a donde te llevo
Niña: Con mi mama a Guadalupe
Armando taxista: bueno, por lo menos se a donde vives, barrio de Guadalupe, pero tu me dices en que calle
Niña: Sí, llévame con mi mama
– Al entrar al barrio la niña sonreía, al ver los puestos de los muertos y le preguntaba al chofer ¿te gustan los muertos, Armando sintió que la sangre se le helaba al escuchar esa pregunta, al tiempo que la niña señalaba una antigua casa.
Niña: ¡sí! Ahí vive mi mami
– Armando detuvo el taxi en la calle Gómez Farías, cuando la luz del interior del coche se encendió se observo el rostro de la niña era impactante su rostro sin expresión sus labios casi negros y sus moretones contrastaban con la palidez de su piel, su cabello oscuro estaba atado por dos trenzas desaliñadas que daban marco a su cara, la pequeña sin decir nada bajo del auto y entro en aquella casa, al mismo tiempo que el frío desaparecía. Armando arranco
Armando taxista: que raro esa niña tan bonita ¿Qué es eso? Ah la muñeca de la niña, bueno se la voy a llevar a su casa,
– Armando regreso, cuando toco la puerta de la casa donde había entrado la niña, un hombre no muy joven con la expresión cansada le abrió,
Armando taxista: señor buenas noches, oiga vengo a entregar la muñeca a una niña que vine a dejar ese ratito, la dejo olvidada en mi taxi.
Señor no, no es que eso no puede ser, la única niña que vivía aquí murió atropellada la semana pasada

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