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Los Músicos que Tocaron en el Infierno

Los Músicos que Tocaron en el Infierno

En Guanajuato, como en muchas ciudades de México, existen músicos que llevan serenata. Esta historia le sucedió a uno de esos grupos, un día los músicos llevaron serenata a una joven, al terminar, se les acercó un señor que vestía de negro, y les ofreció empleo en una fiesta. Los músicos aceptaron: verían al señor a la noche siguiente, en la misma esquina a las 11 de la noche. El señor les pidió que vistieran de negro en su totalidad y los músicos aceptaron.

-Tocan ustedes maravillosamente –les aseguro el desconocido- quisiera que consideraran estar presentes en un baile que ofreceré mañana por la noche.

Antes que pudieran ponerse de acuerdo, el distinguido caballero les entregó un sobre  con tanto dinero como para tocar en veinte fiestas. Los músicos se sonrieron y aceptaron gustosos.

-¿Dónde debemos presentarnos? –preguntó Miguel Ruiz.

-Es un poco complicado, yo vendré por ustedes aquí mismo y los conduciré.

Así lo acordaron y a la noche siguiente encontraron muy puntual a su contratante. Él los llevo por callejones que jamás habían visto, a pesar que todos habían nacido en Guanajuato. Entraron finalmente a una casa aparentemente pequeña, más al adentrarse parecía ensancharse hasta alcanzar dimensiones extraordinarias. Luego descendieron por muchas escaleras hasta llegar al salón en el que se les ordenó tocar.

En el ambiente flotaba algo más que un mal presentimiento…

El lugar parecía haber salido de las alucinaciones de un loco sin embargo tenía ciertos elementos que le daba un toque de palacio real. Se encontraban en una sala tan grande que las notas de sus instrumentos se perdían en aquella inmensidad. La iluminación era tan escasa que no alcanzaban a ver más allá de veinte metros. Las enormes columnas se perdían entre las sombras y resultaba imposible determinar qué altura tendría el techo. El aire, si a eso se le podría llamar aire, parecía estancado por años, no había ventilación y el calor era cada vez más sofocante. Lo más extraño de todo era que  habían recibido la orden de tocar su mejor música sin que hubiera ninguna persona en la estancia.

Ahí se encontraba el quinteto de cuerda de Miguel Ruiz, dando su mejor función en un salón de pesadilla y sin que nadie los escuchara.

La cámara se fue llenando. Los músicos pensaron, en un principio, que se trataba de un baile con disfraces, pues entre la penumbra distinguían extraños rostros. Poco a poco se fueron convenciendo de que no eran máscaras y que, en efecto, los ojos de los asistentes brillaban en la oscuridad; que en lugar de ágiles pies, eran pezuñas de cabra las que seguían la rítmica tonada, y que en las sonrisas se dibujaban puntiagudos colmillos.

Luego de un rato una de las bailarinas dejó el baile y se acercó hacia ellos.

-¿Qué no es la hermana de Juan, la que falleció hace un año? -preguntó uno de los músicos.

Los músicos reconocieron a la difunta y se quedaron petrificados. Ella abrió la boca y les dijo -¿Pero qué hacen aquí, que no saben que esto es el infierno?

Al escuchar esto, los músicos corrieron, huyeron dejando todos los instrumentos.Y Se dice que los músicos enfermaron de extraños males  durante mucho tiempo.

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