Las Poquianchis (Especial)
Por: Victor M. Guerrero Solis
Las hermanas Valenzuela: "Las Poquianchis"
“Sí, aquí hay trabajo, pero no de criada. Si vienes a trabajar en esta casa, será de puta”.Jorge Ibargüengoitia. Las muertasDelfina, María de Jesús, Carmen y Eva Valenzuela nacieron en San Francisco del Rincón, Guanajuato y en El Salto, Jalisco (México), hijas de Isidro Torres y Bernardina Valenzuela. Su padre fue parte de Los Rurales, el cuerpo policíaco utilizado por Porfirio Díaz para atrapar a los asaltantes de caminos. Era común que ejecutara a los delincuentes que apresaba, tal y como marcaban las reglas de la organización. Sin embargo, quiso abusar de su rango y mató a un hombre inocente con el que tenía problemas. Isidro Torres y su familia tuvieron que huir y comenzar de nuevo sus vidas en el pueblo de El Salto, en el estado de Jalisco. Allí, Torres se convirtió en arriero. Sus hijas tuvieron que prescindir del apellido paterno, por temor a las represalias de los enemigos de su progenitor.
Las Poquianchis” habían reclutado a varios ayudantes que las auxiliaban en sus labores. Uno era Francisco Camarena García, el chofer que se encargaba de transportar a las jovencitas reclutadas, junto con Enrique Rodríguez Ramírez; otro era Hermenegildo Zúñiga, ex capitán del ejército, conocido como “El Águila Negra”, quien fungía como su guardaespaldas y cuidador del burdel.
José Facio Santos, velador y cuidador del rancho; y Salvador Estrada Bocanegra, “El Verdugo”, quien golpeaba a las prostitutas que protestaban por algo y, cuando alguna amenazaba con marcharse o denunciar los maltratos a los que era sometida, se encargaba de asesinarla y enterrarla. También policías y militares utilizaban los servicios de las niñas esclavas, todo gratis a cambio de protección para el burdel.
María Auxiliadora Gómez, Lucila Martínez del Campo, Guadalupe Moreno Quiroz, Ramona Gutiérrez Torres, Adela Mancilla Alcalá y Esther Muñoz “La Pico Chulo” eran prostitutas que se convirtieron en celadoras y castigadoras a cambio de que “Las Poquianchis” respetaran sus vidas.
Cuando alguna de las niñas nuevas no quería ceder ante el capricho de algún cliente, ellas se encargaban de arrastrarla de los cabellos por todo el burdel, llevarla a un cuarto y darle de palazos hasta dejarla inconsciente. “La Pico Chulo” también gustaba de matar a palazos a las muchachas, destrozándoles la cara y el cráneo con una tranca de madera.Esther Muñoz, “La Pico Chulo”Para 1963, “Las Poquianchis” incursionaron en el satanismo. Alguien les dijo que si ofrecían sacrificios al Diablo, ganarían más dinero y tendrían protección. Desde ese momento, cada vez que llegaban nuevas niñas reclutadas, eran iniciadas en un extraño ritual.Salvador Estrada Bocanegra y María de Jesús ValenzuelaPrimero las hermanas Valenzuela encendían velas y veladoras, formando una estrella de cinco puntas. Luego llevaban un gallo, el cuál era sacrificado. Entonces Delfina y sus hermanas se desnudaban para untarse la sangre del animal. Desnudaban además a las niñas nuevas, quienes eran violadas y sodomizadas por los cuidadores, mientras “Las Poquianchis” contemplaban la escena y se reían.Los cadáveresDespués sus ayudantes llevaban a la habitación a algún animal: un macho cabrío o un perro, y obligaban a las niñas a realizar un acto zoofílico para alegría de quienes contemplaban la escena. Después, los hombres llamaban a las demás niñas para empezar una orgía, en la cual “Las Poquianchis” también participaban. Semanas después, comenzarían otro negocio: le quitaban la carne a los cadáveres de las prostitutas que iban asesinando, para venderla por kilo en el mercado.La Secretaría de Salud emitía tarjetas de control falsas, que “Las Poquianchis” utilizaban para presumir que sus muchachas estaban sanas. Estas tarjetas costaban mucho dinero, pero servían para que los clientes estuvieran tranquilos. Por supuesto, muchas de las prostitutas estaban enfermas.Tarjetas de Salud falsificadasEn 1964, Catalina Ortega, una de las nuevas muchachas, consiguió escaparse. Aunque los secuaces de “Las Poquianchis” la buscaron, no lograron encontrarla. Se escondió en el campo y después logró llegar hasta la ciudad. Ahí acudió ante la policía y denunció los hechos. Tuvo suerte: los agentes con los que habló no formaban parte de la nómina de las asesinas.Los castigosSe ordenó que docenas de policías acudieran al burdel y al rancho. Cuando llegaron, arrestaron a todos y encontraron un cuadro lleno de horror: las mujeres estaban desnutridas, llenas de golpes, violadas y quemadas.
Hallaron las celdas de castigo, los cadáveres enterrados, los trozos de carne lista para ser vendida. Las hermanas Valenzuela fueron arrestadas.El arresto de “Las Poquianchis”La gente, al saber lo ocurrido, se arremolinó en torno a la cárcel para tratar de sacarlas y lincharlas. Docenas de padres que nunca supieron el destino de sus hijas, se dieron cuenta de que habían muerto cruelmente. Más de dos mil personas formaron un tumulto que exigía que las asesinas les fueran entregadas para matarlas en la calle.La reconstrucción de hechos: “Las Poquianchis” avanzan a pie hasta su rancho, fuertemente escoltadasLa policía tuvo que trasladar a “Las Poquianchis” a la ciudad de Irapuato para asegurarse de que siguieran vivas. Estaban acusadas de casi un centenar de asesinatos.“Las Poquianchis”, protegidas de la turbaLos periódicos de la época contaron la historia con lujo de detalles. El diarioAlarma! editó varios números especiales sobre un caso tan sonado.Los titulares sobre el casoTras ser juzgadas, las hermanas González Valenzuela fueron sentenciadas a cuarenta años de prisión.Delfina, “La Poquianchis Mayor”, siempre dijo que era inocente, pese a las docenas de testimonios en su contra. Por supuesto, nadie le creyó.“Las Poquianchis” son señaladas por sus víctimasTras algunos años en la cárcel, María de Jesús salió de la cárcel. Se retiró de la vida pública y después desapareció sin dejar rastro.Carmen murió de cáncer en la prisión. Eva fue arrestada en Matamoros y terminó sus días recluida en un manicomio, ante el terror que sentía por ser linchada.Tras las rejasFinalmente, Delfina quedó recluida en la prisión de Irapuato. Un día que unos trabajadores remodelaban la prisión, uno de ellos dejó caer, accidentalmente, una lata con treinta kilos de mezcla de cemento sobre la cabeza de la asesina. Delfina agonizó en el hospital de la prisión durante quince días, víctima de terribles dolores. Murió llorando.
MUY BUENA
ResponderBorrarMuy interesante, gracias
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