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Intriga Mortal



Por: Eleuterio G Lopez Akayolmatiliztli

Doña Bernarda se había mudado a casa de su hijo, pues la soledad le abrumaba debido a la reciente muerte de su esposo, Jacinto acostumbraba salir temprano al trabajo y la presencia de su madre en casa serviría para que ésta acompañara también a su esposa, no pasó mucho tiempo en que Bernarda tomó un odio enorme hacia su nuera, y comenzó a hablar mal de ella a su hijo. Jacinto seguía absorto en sus labores y poco notó ese comportamiento en su madre hasta que un día… Oye mijo no se que pienses pero yo veo que Margarita no te atiende como te mereces, además … has de saber que ella nomas te vas al trabajo y se sale sabrá Dios Pa donde y pos yo creo que eso no está bien ¿no crees?. José se quedó pensativo, Margarita le había demostrado un grande amor y una fidelidad, que… ¡ni pensar que le estuviera jugando traición!
Los días pasaban y no se quitaban de su mente las palabras de su madre que resonaban en su cerebro como un eco punzante… ¡tu mujer te engaña! ¡tu mujer te miente! ¡te engaña! ¡te engaña! ¡Nooooo! ¡ya basta ya nooo! ahogó su grito en el silencio y jaló sus cabellos desesperadamente.
Un día lluvioso de agosto, y hecho a propósito Jacinto se regresó de su trabajo, iba dispuesto a descubrir la infidelidad de Margarita. Llegó a casa su madre había salido. ¡Jacinto! ¿que pasa? ¡te regresaste!
Si mujer… me regrese pero… vente vamos al cerro, se me antojaron unas tunas, Jacinto pero, está lloviznando, no importa ¡vamos! Se encaminaron al cerro allá cerca de la barranca donde los nopales coronados de rojas tunas ofrecían un bello espectáculo matinal. Mira mujer vamos más arriba se ve que ahí están mejor y más jugosas. Pero ¡Jacinto ahí hay un hoyo algo profundo y te puedes caer, no va a pasar eso, le dijo y la apuró a llegar al lugar; ya estando ahí le dijo, ¡ahora si maldita infeliz ¡ ¡vas a pagar caro el haberte burlado de mi! y le encajó el cuchillo en el pecho, un hilo de sangre asomó por sus labios al tiempo que le decía agonizante, ¡porque Jacinto, porque!
El cadáver de Margarita yacía inerte al filo del hoyanco, Jacinto le empujó y este fue a dar al fondo, con el mismo cuchillo cortó y cortó pencas de nopal coronadas de tunas, y con este cubrió completamente el cuerpo.
Al llegar a casa lo recibe Bernarda, su madre y le dice, llegaste pronto mijo y ya ves no está tu mujer no te digo, a de andar de cuzca, madre, le contesta Jacinto, Margarita ya no me engañara, ya nunca me engañará, el pánico hizo presa de Bernarda al tiempo que preguntó, ¿pero… porque dices eso? la acabo de matar, allá deje su cuerpo enterrado entre pencas de nopal. ¡no mijo! ¡que hiciste! yo… yo, y se dejó caer en el sillón diciendo, te mentí pero vete antes de que te descubran vete, no madre no me ire pero tu, vete madre, vete por favor.
Allá entre matorrales un hombre que pastoreaba su rebaño, había sido testigo del crimen, y había ya puesto sobre aviso a las autoridades, estos llegaron a la casa de Jacinto y le dijeron, amigo buenas tardes viera que tenemos ganas de tunas y pues, nos dijeron que usted es muy bueno para escoger de las más buenas y jugosas, pues, señores, les contesta, si gustan aquí tengo algunas y con gusto les ofrezco, no amigo, queremos que nos lleve al cerro a cortarlas, y lo llevaron al sitio, pero el les insistía buscar en otro lugar a lo que ellos le dicen, no, queremos justo de ahí. Al llegar al sitio uno de ellos le dice, pero mire nomas, que desperdicio, ya vió cuanta penca en ese hoyo y cuanta tuna tienen, baje y demos de esas, pero “jefe” de allá están mejor, esas ya han de estar agrias, Jacinto siente el frío del revólver que apunta a su sien, baja jijo baja y saca todas las pencas.
Jacinto fue condenado a prisión donde no pasó mucho tiempo pues una mañana amaneció colgado de los barrotes de su celda había usado la sabana como soga. Así sucedió.


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