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Las Brujas de San Judas



Cuentan los pobladores de San Judas, una comunidad perteneciente al municipio de León y que se encuentra en los limites con San Francisco del Rincón, que durante el tiempo de lluvias era frecuente saber de alguna bruja que chupara la sangre de un niño o que raptara a una niña.
Las brujas, cuando son jóvenes, son hermosas, usan zapatillas de tacón y largos vestidos de colores claros, y para volar se ponen unas alas de petate. Mientras que las viejas prefieren vestirse de negro y sujetar sus largos cabellos bajo muy variados chongos, para volar usan escobas y para ver mejor de noche se sacan los ojos y se ponen unos de gato, mientras los de ellas los esconden donde nadie pueda encontrarlos.
Para alumbrar su camino llevan una lámpara y con ella encandilan a los viajeros o a los vagos nocturnos, los conducen a las presas o simplemente los hacen caer sobre las pencas de algún nopal.
Les gusta juguetear en el agua de las presas, sobre todo en las claras noches de luna llena, y viajar a lugares remotos. Cuando emprenden el vuelo deben decir: «Sin Dios ni santa María», y sus alas o escoba las elevan, pero ay de aquella que sea sorprendida en pleno vuelo por los primeros rayos del sol, porque caerá rápidamente.
En un cerrito cerca de San Judas hay una mojonera cuyo pico fue demolido; cuentan los pobladores que sobre ella se posa una luz que es claro indicio de que una bruja anda cerca. Cuando esto pasa, se debe tener cuidado de colgarles una medallita a los niños, sobre todo a los que están sin bautizar. La bruja adormece a la madre y divierte a los niños con luces multicolores mientras les chupa la sangre por el ombligo. Cuando los padres se descuidan el niño amanece muerto. A las niñas las raptan, y cuando llevan la medallita las dejan en los lugares más inaccesibles, llorando de frío.
Para combatir a las brujas se tienen dos formas: una es custodiando la casa donde hay niños, y cuando alguna se presente, enfrentarla con palabras insultantes. La otra es tumbarla en pleno vuelo; para esto se toma un paño rojo, se enrolla y a medida que se reza un rosario se le hacen cinco nudos a lo largo. Al terminar de rezar se hace el quinto nudo y la bruja cae de rodillas frente al valiente que se atreve a realizar este ritual.
En cierta ocasión tumbaron una en el rancho de Los Arcos y otra en El Quemao, pero como eran tan jóvenes las dejaron libres amenazándolas para que no volverían por el rumbo.

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