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El barrio del coecillo

El Barrio del Coecillo es uno de los más antiguos de León, Guanajuato. Se fundó alrededor del año 1578 como un pueblo de indios, donde habitaron los indígenas que fungieron como mano de obra en la construcción de la incipiente villa. 
El Barrio del Coecillo fue hasta principios del siglo veinte, un pueblo de indios Chichimecas, que indudablemente tenían su templo a la divinidad indígena, es decir su Cu (templo), del cual se derivó el diminutivo Cuicillo, ahora modificado a Coecillo, nombre que recibió desde el Siglo XVI, cuando fue transformado en pueblo por el Bachiller Alonso de Espino, cerca del año 1576.
Hoy en día sigue como uno de los barrios más tradicionales de la ciudad. Así mismo muchas personas le atribuyen mala fama, los rumores que se han impuesto al barrio desde décadas atrás, significa para muchos un barrio de vandalismo, de pleitos y de inseguridad.
Pero sólo quienes viven ahí y quienes se atreven a conocerlo, saben que no es así.  Que hay mucho más detrás de aquellos rumores, y que más que su lugar de origen y de su desarrollo, es su símbolo de identidad, de convivencia y hasta de reconocimiento.  Además de mantener vivas dos características de la ciudad, la fe católica y la industria del calzado.
La fe católica es representada por la Parroquia de Purísima del Coecillo, ubicada por muchos como el Templo San Juan; y el Templo de San Francisco de Asís,  los dos con sus respectivos jardines. 
Los habitantes del barrio son fieles católicos, se encargan de hacer una verbena popular después de cada misa. Antojitos mexicanos, nieves, ropa, bisutería, juegos y juguetes rodean los jardines para complacer el gusto de los asistentes.
Su identidad es marcada por la fe, los habitantes se encargan de impulsarla y de mantenerla con el  fomento de visitantes, ya sea en sus fiestas patronales, como en la Parroquia, el 8 de diciembre, o la del Templo de San Francisco, el 4 de octubre.  También en semana santa se encargan de representar la Última cena, el tradicional Vía crucis y la Marcha del silencio.
Los rumores negativos que por el simple hecho de llamarse “barrio” a muchos les supone vandalismo, cholos y demás, son desechados cuando se percibe la unión con la que cuentan sus habitantes, su historia de vida y la buena relación entre vecinos.
Es peculiar el acogimiento que da la gente del coecillo a quienes lo visitan, generan confianza a quien pregunta y se interesa por saber y por seguir ahí, no ven al visitante como un extraño sino como uno más de ellos, como si fuera un invitado al que van a recibir en su casa.
“La gente es muy cálida y muy agradable”, mencionó Elizabeth Aguilar, quien hace días estuvo por esos rumbos.
Resulta peculiar  encontrar un puesto de comida en cada esquina y que además son puestos familiares con varios años de antigüedad, como “Antojitos Don Blas” y un carrito de la tradicional cebadina.
El coecillo es comúnmente visitado por personas aledañas a la zona, como Olga Romero, quien vive en San Manuel, pero dice que prefiere el coecillo porque ahí encuentra de todo y a precios accesibles.
Y tiene razón, pues en diversos puntos del barrio se encuentran locales de venta de zapato elaborado en la ciudad, se pueden ver consultorios médicos, negocios de manualidades y de ropa.  Y además se encuentra el famoso Mercado San Francisco, al que también acuden varias mamás a “hacer el mandado” después de recoger de la escuela  a sus hijos.
En el barrio también se puede ver el aspecto cultural, ya que cuentan con su propio teatro, el Fray Pedro de Gante, ubicado a un costado del Templo de San Francisco, su encargada Gema Gómez menciona que el consejo encargado del teatro está preocupado por promover eventos culturales y por devolver algo a los habitantes.  Lo que también habla que la comunidad franciscana, como los padres, no sólo representan una figura religiosa en la zona, sino que éstos mismos se preocupan por eventos que atañen a los habitantes y visitantes del barrio.
También hay personas que fielmente visitan el coecillo, como Nacho Gómez, quien dice que siempre va con el mismo peluquero de San Francisco y que además disfruta visitar la cantina cercana, llamada “Salón rojo”.
Esto y más es el barrio del coecillo, un sitio emblemático de la ciudad, por muchos mencionado, pero quizá por pocos realmente conocido.
Valdría la pena visitarlo y que cada uno dé su opinión al respecto.

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